Puestos los ojos en Jesús, el autor y perfeccionador de nuestra fe, el cual, por el gozo puesto delante de El, sufrió la cruz menospreciando el oprobio y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Heb.12:2)
La palabra griega traducida: Puestos los ojos, denota mirar fijamente apartando la mirada de cualquier otro objeto. Los creyentes hebreos tenían que volver la mirada de todas las cosas de su ambiente, de su antigua religión, osea, el judaísmo, y su persecusión y de todas las cosas terrenales para poner los ojos en Jesús, quien ahora está sentado a la diestra del trono de Dios en los cielos.
A partir del capítulo 1:3 este libro nos dirige continuamente al Cristo sentado en el cielo. Pablo, en todas sus otras epístolas, nos presenta principalmente al Cristo que mora en nuestro espíritu (Ro.8:10, 2Ti.4:22) como el Espíritu vivificante (1Cor.15:45) para ser nuestra vida y nuestro todo. Sin embargo en este libro, Pablo nos dirige particularmente al Cristo que se ha sentado en los cielos y que tiene tantos aspectos que nos puede cuidar en todo.
En la demás epistolas de Pablo, el Cristo que mora en nosotros está en contraste con la carne, el yo, y el hombre natural. En este libro, el Cristo celestial está en contraste con la religión terrenal y con todas las cosas terrenales. Para experimentar al Cristo que mora en nosotros, necesitamos volvernos a nuestro espíritu y tocarle. Para disfrutar al Cristo celestial, necesitamos apartar la mirada de todo lo terrenal y contemplarlo sólo a Él quien está sentado a la diestra del trono de Dios.
Si ponemos los ojos en El, en aquel que es todo-inclusivo y maravilloso, El nos ministrará los cielos, la vida y la fortaleza, impartiéndonos e infundiéndonos todo lo que El es, para que podamos correr la carrera celestial y vivir la vida celestial en la tierra. De esta manera nos llevará por todo el camino de la vida y nos guiará y nos llevará a la gloria. (2:10).
Tomado de las notas al pie de página de Hebreos 12:2 del Nuevo Testamento Versión Recobro. Living Stream Ministry.
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