martes, 26 de abril de 2011

Sobre la dispensación de Dios y la edificación.

El resultado de la dispensación de Dios en los creyentes es la transformación, la cual equivale a la edificación. La edificación que Dios realiza consiste en usarse a Sí mismo como el material y en construirse dentro de Su pueblo escogido y redimido. Algunos hermanos y hermanas tienen el concepto erróneo de que si sus intereses son compatibles, si tienen la misma opinión y si sirven juntos en coordinación, son edificados conjuntamente. Esta no es la edificación correcta. La verdadera edificación es la construcción del propio Dios Tri-uno en los creyentes al ser transformados. Efesios 3 nos presenta un cuadro del apóstol que ora a Dios el Padre pidiéndole que nos conceda, según las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos por medio del Espíritu Santo, para que Cristo haga Su hogar en nosotros. Este es un cuadro de la dispensación de Dios en nosotros.

En Juan 14:23, el Señor Jesús dijo: El que me ama, mi Palabra guardará y Mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él. Una morada, es algo edificado; por lo tanto, cuando el Dios Tri-uno hace Su morada en nosotros, se edifica a Sí mismo en nosotros, es decir, se edifica junto con nosotros como una morada para El, y también para nosotros.

Hermanos y hermanas, ¿cuánto de Dios ha sido edificado en ustedes hoy? Es posible que hayamos creído en el Señor por mucho tiempo, y que todavía no le hayamos permitido a Dios impartirse en nosotros. Como resultado han pasado muchos años y los materiales están esparcidos por diferentes lugares, y ni siquiera el cimiento se ha echado como es debido. Si estamos dispuestos a recibir más de la dispensación de la vida divina, el elemento de Dios aumentará en nosotros día tras día y habrá edificación todos los días. Como resultado, muy pronto Dios tendrá una morada en nosotros, un lugar donde descansar. Dios estará cómodo y reposado en nosotros porque habrá obtenido una morada, y El mismo será también nuestra morada.

Esto no es una doctrina; ésta debe ser nuestra experiencia diaria. Este es el crecimiento de la vida, y también debe ser el crecimiento espiritual verdadero, la verdadera vida vencedora. Lo que necesitamos no son las bendiciones materiales externas, ni lo que llaman espiritualidad o victoria. Necesitamos la oración que Pablo ofrece en Efesios 3, es decir, que el Padre nos conceda, según las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su espíritu para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Necesitamos orar unos por otros y por la iglesia.

H.W.L.

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