miércoles, 20 de abril de 2011

La humanización de Dios por la divinización del hombre


(Con este título no pretendo afirmar que el hombre llegue a ser un objeto de adoración, un ídolo. Una cosa es divinizar y otra deificar).

Aquí el punto central no es solo que Dios se hizo hombre, sino que Dios vivió como un hombre común y corriente sobre la tierra. No solo vino, murió y se fue al cielo otra vez. Sino que la ¨encarnación¨ de Dios tuvo que pasar por un proceso, el mismo proceso que sufre todo mortal.

Decir que Dios se hizo hombre, es más fácil que explicarlo. No se trata solo de que Dios vino al mundo, sino que vino al mundo y vivió una vida humana en la tierra. Es fácil ver a Jesús como un profeta, un hombre entregado a la voluntad de Dios, un hombre perfecto.
Pero pocas veces nos han presentado a Jesús como Dios mismo, como el Dios omnipotente y omnisciente, pero en carne y hueso.

Voy a partir por un principio: Dios solo exalta aquello que primero ha sido humillado. ¿Qué fue lo que Dios humilló?
¡A Si mismo!
Al venir en carne humana, Dios no solo se encarnó, sino que se unió a la humanidad, se hizo uno con el ser humano. Por un solo momento de la historia, Dios pudo entrar en el tiempo y sentir en ¨carne propia¨ lo que significa ser humano.

Ese es el punto crítico de la encarnación, que en el vientre de María, el mismísimo Dios (Jehová del A.T.) se tejió un cuerpo humano y se hizo parte de su misma creación.
Luego de pasar tal proceso: El nacimiento y el vivir humano, Jesús fue a la cruz a concluir la obra.
Esta obra, no solo abarca la redención de los hijos de Dios, sino algo más subjetivo y misterioso: La dispensación de Dios en su creación. Luego de resucitar Jesús sopló su Espíritu en sus discípulos. Dios se infundió (en Cristo), hacia dentro de un ser humano.

En Juan 20:21-22 vemos a Dios soplando por segunda vez sobre su creación. La primera vez lo hizo con Adán, y luego sobre estos doce apóstoles o mejor dicho: Seres humanos.
Dios es Espíritu, su esencia es espíritu. Se puede decir que una mesa es de madera. Pero hablando de su constitución intrínseca, una mesa ES madera. Dios no solo es un Espíritu, sino que es Espíritu, y está ahora en nuestro espíritu. Ya no son dos espíritus, el de Él y el de nosotros, sino uno solo: 1Cor.6:17.

La diferencia entre nosotros y Adán radica en que Dios le impartió a este último, vida almática, aliento de vida. Esta vida no contenía nada de la esencia de Dios, porque Adán no tenía el Espíritu Santo. Pero luego de la resurrección, Jesús sopló en sus discípulos Su espíritu, significa que El mismo ¨se sopló¨ dentro de ellos. Aquí se llevó a cabo una segunda creación, una nueva creación.

Hasta la resurrección del Señor vemos una parte de la obra divina en y con el hombre. Vemos la humanización de Dios. Dios entrando en su propia creación, haciéndose igual al hombre, y de hecho haciéndose hombre, aunque sin relación alguna con el pecado.

Luego vemos su muerte y resurrección. Hasta el momento de su resurrección, Dios había culminado la primer parte de su trabajo con el hombre, que tiene que ver con la redención.

Pero con esto no dio por concluido el asunto, sino todo esto abrió el camino para que se lleve a cabo la segunda parte: Dios entrando en el hombre, para dar pie a la transformación, a la conformación o como dice el título de este post: La divinización del hombre.No que el hombre se haga a si mismo Dios o que llegue a ser igual a Dios (aunque 1Juan 3:2 profetiza justamente eso) sino de que ahora nosotros, como seres humanos compartimos la misma naturaleza de Dios, Su naturaleza divina, y esto por el hecho de que Cristo entró en nosotros como Espíritu vivificante y que nosotros fuimos engendrados por Dios en el momento de nuestra conversión (y lo que ha sido engendrado, tiene la misma naturaleza de Aquel que lo engendró).

Este Espíritu, está ahora en nuestro espíritu, llevando a cabo la segunda parte de la obra de Dios. Este es un proceso que dura toda la vida del cristiano. Este proceso empieza con: La redención, la justificación, sigue con la santificación, luego la transformación, la conformación y por último la glorificación.

En este momento nos encontramos en medio de una obra divina-humana, Dios trabajando dentro de un grupo de seres humanos, conformándolos de gloria en gloria a la imagen de Su Hijo.
Decir que vamos a ser igual a Cristo, suena bonito, pero no es lo correcto. Quizás decir que vamos a ser Cristo mismo sea más preciso, aunque desgraciadamente más osado.

Ya dijimos que Dios es espíritu y que su esencia o naturaleza es espíritu, ahora, ¿con qué objetivo Dios le permitiría a los hombres compartir Su naturaleza?
Pablo lo dice de una manera sobrenatural en Efesios 1: 6 : Para alabanza de la gloria de su gracia con la cual nos hizo aceptos (o nos agració) en el Amado.

Dios pone su espíritu en nosotros para que nuestro cuerpo sea Su morada, Su casa. Esta casa conformada por seres humanos, constituye el Cuerpo de Cristo, o la expresión de Cristo aquí en la tierra. La iglesia es la reproducción de Cristo, la imagen de Cristo. Pablo aún dice que somos la plenitud de Cristo (Ef.1:23).

Dios se humillo haciéndose parte de su creación, pero en la resurrección de Cristo, en la exaltación de Jesús como el Hijo primogénito, Dios elevó la humanidad del hombre. Ahora Cristo es un hombre glorificado a la diestra de Dios. Y desde allí, se está impartiendo para dentro del hombre y desde nuestro espíritu está creciendo para reemplazarnos y así podamos experimentar lo que Él vivió en la tierra. (Como dije antes, primero la humillación, luego la exaltación).

La edificación de la iglesia consiste en que Cristo construye su hogar en un grupo de seres humanos. Dios se forja en el hombre a través de la divinidad de Cristo, y el hombre se forja en Dios, a través de la humanidad de Cristo. Este es un crecimiento mutuo, nosotros crecemos y somos arraigados en Él, y Él se extiende y se expresa en nosotros. Con el tiempo, este conjunto de moradas espirituales llegará a ser la ciudad de Dios. La nueva Jerusalén. La obra de Dios en el hombre concluida y vista por todo el universo.

La Nueva Jerusalén será en pocas palabras: Dios expresado en el hombre y el hombre expresado en Dios de una forma completa y maravillosa por toda la eternidad. !Aleluya¡

El Señor esté con tu espíritu.
En Cristo.
M.A.G.

1 comentario:

  1. Amén....Dios viene trabajando de adentro hacia afuera, la regeneración del espíritu, la transformación del alma y la transfiguración del cuerpo...simultáneamente el hombre viejo va desapareciendo conforme se va formando el nuevo...Aleluya

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