miércoles, 1 de junio de 2011

Edificación progresiva.

En la eternidad pasada Dios, tenía un propósito el cual tenía que ver con una morada mutua entre Él y el hombre. A partir de este propósito, diseñó unos planos. Estos planos describían como seria Su casa, para luego ir revelando progresivamente su propósito de construirla.

Dios le mostro los planos y la maqueta del edificio a Moisés en el monte Sinaí. Luego se lo mostró en sueños a Jacob. Jacob conoció estos planos como Betel, o casa de Dios y luego de ver la visión derramó aceite sobre una piedra. (Según las sombras y señales del Antiguo Testamento, el aceite simboliza al Espíritu Santo y la piedra, a un ser humano transformado por Dios).

David quiso edificarle a Dios esta casa, pero Dios se lo negó prometiéndole, en su gracia, que vendría uno después de él que sería el escogido, el indicado para tal tarea. Salomón, el hijo de David, construyó el templo de Dios en Jerusalén, el cual sería la casa ¨provisoria¨ de Dios con el hombre, hasta que llegase el Ungido.

Por causa de los juicios de Dios hacia Israel, este templo fue destruido y varios hombres piadosos trataron de reedificarlo: Joás, Ciro, Esdras, Nehemías…

Con la venida de nuestro Señor Jesús, se dio a conocer la realidad de esta casa. El Señor les dijo a los judíos que destruyan el templo y que en tres días El lo iba a edificar. Pero ellos no sabían que en realidad les hablaba del templo de Su cuerpo. Jesucristo como el templo real de Dios, pasó tres años y medio con sus discípulos mostrándoles con su vida y sus virtudes, una maqueta viviente, una maqueta de la casa de Dios en carne y hueso.

Luego de la muerte y resurrección del Señor, el apóstol Pablo dijo que él era un perito arquitecto y que puso el fundamento para la construcción de esta casa, que tiene como su piedra angular a Cristo mismo y a nosotros como las piedras vivas.

Por último a Juan el apóstol, le fue revelado en señales, como sería la consumación de esta morada. Juan vio el acabado final, la obra terminada simbolizada por una ciudad de oro con piedras preciosas y su base conformada por doce diamantes diferentes. Es necesario hacer notar aquí que lo que vio Juan en el apocalipsis eran señales y que éstas no pueden ser interpretadas literalmente.

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El plan que Dios trazó, tiene que ver con su impartición de Sí mismo en el hombre. Así como Jacob puso aceite en la piedra cuando vio la casa de Dios en visiones, así mismo hoy en día la casa de Dios está siendo construida a partir de la impartición del Espíritu Santo en el ser humano.

Dios está en nuestro espíritu, forjándose cada día en nuestro ser, para construir desde allí, Su hogar en nuestros corazones. La Nueva Jerusalén o la ¨casa terminada¨ de Dios, ya es una realidad en nuestro espíritu, porque la Nueva Jerusalén es la mezcla de Dios y el hombre (aceite y piedra).

Cuando lleguemos a la unidad de la fe, a la estatura, conocimiento y plenitud del Señor, la edificación de esta casa habrá terminado.

Amen.

M.A.G.

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