En griego se usa la misma palabra tanto para pacto como para testamento. Un pacto es un acuerdo que contienen algunas promesas de llevar a cabo ciertas cosas a favor de las personas con quienes fue hecho el pacto, mientras que un testamento es un documento que contiene ciertas cosas ya cumplidas y legadas al heredero. El nuevo pacto que fue consumado con la sangre de Cristo no es solamente un pacto, sino también un testamento en el cual nos han sido legadas todas las cosas logradas por la muerte de Cristo. Primero, Dios dio la promesa de que haría un nuevo pacto (Jer. 31:31-34). Luego, Cristo derramó su sangre para establecer el pacto (Lc.22:20). Puesto que este pacto contiene promesas de hechos logrados, es también un testamento. Este testamento, este legado, fue confirmado y ratificado por la muerte de Cristo, y es ejecutado y puesto en vigencia por Cristo en Su resurrección. La promesa del pacto de Dios está asegurada por la fidelidad de Dios; el pacto de Dios está garantizado por la justicia de Dios; y el testamento es puesto en vigencia por el poder de resurrección de Cristo.
Sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados. Sin perdón de pecados es imposible que los requisitos de la justicia de Dios sean satisfechos para que el pacto sea puesto en vigencia. Sin embargo, la sangre de Cristo fue derramada para el perdón de pecados y el pacto fue establecido con Su sangre (Mat.26:28).
Nuevo testamento versión recobro. Notas 16 (1) y 22(1) de Hebreos 9.
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