sábado, 14 de mayo de 2011

El verdadero crecimiento espiritual.


El lugar de Dios para Israel estaba en Canaán. No así en Egipto. Israel tenía que ser librado de Egipto para poder ir a Canaán, pero antes tuvo que pasar por el desierto. Allí, los israelitas, ¨endurecieron la cerviz¨, tentaron a Dios, le fueron desobedientes, murmuraron en cotra de Moisés, y enojaron al Señor muchas veces. Por eso es que Dios permitió que toda un generación muriera ahí mismo. Fue por eso que estuvieron ¨vagando¨ por el desierto cuarenta años.

Esto es una figura de lo que nos pasa cuando permanecemos en nuestra alma. En nuestra alma están nuestras emociones, sentimientos, ansiedades, aflicciones, anhelos, dudas, temores...en fin, un sin número de cosas que nos mantienen ¨dando vueltas¨ en nuestra mente. No podemos adorar a Dios en nuestra alma, porque es demasiado inestable. Por eso el Señor le dijo a la mujer samaritana, que los verdaderos adoradores debían adorar en Espíritu y en verdad.

Los sacerdotes ministraban en el atrio exterior, y llegaban hasta el lugar santo. Sólo el Sumo sacerdote podía entrar en el lugar santísimo una vez al año. Pero cuando el Señor murió y resucitó, el velo del templo se rasgó por la mitad. Ahora, por la gracia del Señor tenemos entrada al lugar santísimo por la fe y a través de nuestro espíritu.

Nuestro espíritu es la parte de nuestro ser que Dios regeneró a fin de entrar allí y así tener un lugar de reunión con nosotros. En nuestro espíritu está la verdadera Canaán, es el verdadero lugar santísimo. De allí debe brotar no solo nuestra alabanza, sino toda nuestra vida y todo nuestro ser. Por eso el Señor nos dice a través de Pablo: Andad en el espíritu. Todo nuestro andar debe ser regulado y dirigido por nuestro espíritu, que es donde está el Espíritu del Señor.

La vida del cristiano es como la luz de la aurora, que va siempre en aumento hasta que el día se torna claro. Debemos avanzar y no quedarnos en Egipto. Ya en el desierto, debemos seguir avanzando hasta llegar a Canaán. Cuando lleguemos a Canaán, serviremos a Dios, desde el atrio exterior, luego entrando al lugar santo, y por último cruzaremos el velo, para reunirnos con Dios en el lugar santísimo. Esta es la forma de avanzar en la vida cristiana y el verdadero crecimiento espiritual.

Fuimos librados del poder del mundo, fuimos librados de Egipto. Nuestro cuerpo pecaminoso fue clavado en la cruz junto con el Señor. Nuestro espíritu fue regenerado. El Señor habita allí. !EL Señor está allí¡

Debemos permanecer en este espíritu, y no hacer las cosas según nuestra alma, nuestras emociones o nuestras decisiones, de lo contrario volveremos al desierto y estaremos como los israelitas: Sedientos, insatisfechos y dando muchas vueltas.

Estar en el Espíritu, es estar en el Señor, lo cual es estar en el lugar santísimo, Canaán celestial.

Amén.
En Cristo.
M.A.G.





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