jueves, 19 de mayo de 2011

La salvación completa de Dios.

La salvación que obtuvimos por fe, cuando creímos en el Señor, tiene dos aspectos: El aspecto jurídico y el aspecto orgánico.

En el aspecto jurídico vemos la redención, producto de la muerte de Cristo en la cruz, un hecho que se llevó a cabo según la santidad y justicia de Dios, quien al no poder aceptarnos como partícipes de Su gloria, demandaba el derramamiento de sangre inocente para pagar la culpa del pecado sobre la humanidad.

Mientras tanto nosotros estábamos destinados a un litigio: Por ser pecadores nos esperaba un juicio sin fiscal, sin abogado, sin defensores y sin demandantes, solo un juicio ante el trono blanco y una sola sentencia, un solo veredicto con pena capital: El infierno. Pues bien, Cristo, como nuestro cordero vino y pagó el precio del rescate y no conforme con eso, hoy es nuestro sumo sacerdote y nuestro abogado delante de Dios. Esto lo llevó a cabo mediante su salvación jurídica.

Ahora veamos el aspecto orgánico. Una vez que Cristo pagó el precio de nuestra redención, sopló Su espíritu en los discípulos, se infundió en ellos y se convirtió en su nueva vida. Ahora, se esta llevando a cabo una obra de ¨reemplazo¨, Cristo busca reemplazar nuestra vida, por Su vida. esto es algo totalmente orgánico-espiritual. Es algo que se lleva a cabo en nuestro espíritu, la parte más profunda de nuestro ser.

En esta etapa el pecado y la muerte son un tema resuelto y finalizado ante los ojos de Dios. Ahora Dios empieza una nueva etapa en nosotros, este es el aspecto orgánico. Es un proceso que lleva toda la vida del creyente y empieza con :

-La regeneración (etapa inicial).

-Sigue con la santificación, transformación, conformación (etapa progresiva)

-y finaliza con la glorificación (la consumación).


El aspecto jurídico de la salvación de Dios, fue llevado a cabo en el momento en que creímos en Jesús como nuestro salvador. El aspecto orgánico dura toda la vida del cristiano y depende de cuánto le permitimos a Dios obrar en nuestra vida.

Esto va más allá de una simple doctrina o enseñanza. Se trata de nuestro vivir diario. De una vida consagrada a Dios, un sacrificio vivo. Si no hay sacrificio, no hay resurrección, si no nos consideramos muertos, no nos podremos considerar resucitados.

En este asunto necesitamos ejercitar nuestra fe junto con nuestro espíritu, confiando plenamente en el Señor, que la obra que El empezó la perfeccionará, tal como lo prometió a través de Pablo.

No solo debemos estar conscientes de nuestra absolución del juicio ante el trono blanco y de que hemos sido rescatados del infierno, pero también tomemos en cuenta la Vida que hay dentro de nosotros y de cuanto necesitamos que esta Vida fluya desde nosotros, que fluya desde nuestro espíritu, pasando por nuestra alma, hasta que todo nuestro ser sea guardado irreprensible para el Señor, y de esta manera Dios pueda llevar a cabo su salvación completa en nosotros.

En Cristo.

M.A.G.

sábado, 14 de mayo de 2011

El verdadero crecimiento espiritual.


El lugar de Dios para Israel estaba en Canaán. No así en Egipto. Israel tenía que ser librado de Egipto para poder ir a Canaán, pero antes tuvo que pasar por el desierto. Allí, los israelitas, ¨endurecieron la cerviz¨, tentaron a Dios, le fueron desobedientes, murmuraron en cotra de Moisés, y enojaron al Señor muchas veces. Por eso es que Dios permitió que toda un generación muriera ahí mismo. Fue por eso que estuvieron ¨vagando¨ por el desierto cuarenta años.

Esto es una figura de lo que nos pasa cuando permanecemos en nuestra alma. En nuestra alma están nuestras emociones, sentimientos, ansiedades, aflicciones, anhelos, dudas, temores...en fin, un sin número de cosas que nos mantienen ¨dando vueltas¨ en nuestra mente. No podemos adorar a Dios en nuestra alma, porque es demasiado inestable. Por eso el Señor le dijo a la mujer samaritana, que los verdaderos adoradores debían adorar en Espíritu y en verdad.

Los sacerdotes ministraban en el atrio exterior, y llegaban hasta el lugar santo. Sólo el Sumo sacerdote podía entrar en el lugar santísimo una vez al año. Pero cuando el Señor murió y resucitó, el velo del templo se rasgó por la mitad. Ahora, por la gracia del Señor tenemos entrada al lugar santísimo por la fe y a través de nuestro espíritu.

Nuestro espíritu es la parte de nuestro ser que Dios regeneró a fin de entrar allí y así tener un lugar de reunión con nosotros. En nuestro espíritu está la verdadera Canaán, es el verdadero lugar santísimo. De allí debe brotar no solo nuestra alabanza, sino toda nuestra vida y todo nuestro ser. Por eso el Señor nos dice a través de Pablo: Andad en el espíritu. Todo nuestro andar debe ser regulado y dirigido por nuestro espíritu, que es donde está el Espíritu del Señor.

La vida del cristiano es como la luz de la aurora, que va siempre en aumento hasta que el día se torna claro. Debemos avanzar y no quedarnos en Egipto. Ya en el desierto, debemos seguir avanzando hasta llegar a Canaán. Cuando lleguemos a Canaán, serviremos a Dios, desde el atrio exterior, luego entrando al lugar santo, y por último cruzaremos el velo, para reunirnos con Dios en el lugar santísimo. Esta es la forma de avanzar en la vida cristiana y el verdadero crecimiento espiritual.

Fuimos librados del poder del mundo, fuimos librados de Egipto. Nuestro cuerpo pecaminoso fue clavado en la cruz junto con el Señor. Nuestro espíritu fue regenerado. El Señor habita allí. !EL Señor está allí¡

Debemos permanecer en este espíritu, y no hacer las cosas según nuestra alma, nuestras emociones o nuestras decisiones, de lo contrario volveremos al desierto y estaremos como los israelitas: Sedientos, insatisfechos y dando muchas vueltas.

Estar en el Espíritu, es estar en el Señor, lo cual es estar en el lugar santísimo, Canaán celestial.

Amén.
En Cristo.
M.A.G.





Para pensar y disfrutar:

¨Transformados a Su imágen, conformados a Su semejanza¨.

viernes, 6 de mayo de 2011

El segundo Adán.

Ven, descansa, muere.
Hijo de mi amor.
Me dice con ternura
mi Abba, Padre Dios.

Adán con sus temores
¿te turba en el pensar?
Desecha toda duda,
en Mí puedes confiar.

Colgado en un madero,
murió el segundo Adán.
Y hoy resucitado,
en mí viviendo está.

!Un hombre esta sentado
en el trono de Jehová¡
Es Cristo el Hijo eterno.
El Dios-Hombre en majestad.

Me imparte cada día
Su esencia divinal
que en mi espíritu recibo
al Su nombre invocar.

Su Palabra, Espíritu y vida
de mi mente es Su respirar.
Y le espero tal cual Novia
conformándome en Su faz.

Como diligente arquitecto
construyendo el Hijo está,
en nosotros Su morada,
Su eternal ciudad.

Como miembros de Su cuerpo
la Iglesia hay que edificar
hasta que todos lleguemos
al Dios-Hombre expresar.

M.A.G.

domingo, 1 de mayo de 2011

Himno de consagración.



En idioma chino.

El hombre exterior.

La Biblia habla del ungüento de nardo puro (Jn. 12:3). La Palabra de Dios usa intencionalmente el adjetivo puro. Este es un ungüento de nardo puro, algo verdaderamente espiritual. No obstante, a menos que el frasco de alabastro
fuera quebrado, el ungüento de nardo puro no podía ser liberado. Es extraño que mucha gente valore más el frasco de alabastro que el ungüento. De la misma manera, muchos piensan que su hombre exterior es más valioso que su hombre interior. Este es el problema que enfrenta la iglesia en la actualidad. Es posible que valoremos demasiado nuestra propia sabiduría y pensemos que somos superiores. Otros pueden estimar sus emociones y creer que son personas excepcionales. Muchos otros se valoran exageradamente a sí mismos y creen que son mejores que los demás. Piensan que su elocuencia, sus capacidades, su discernimiento y juicio, son mejores que los de otros. Pero debemos saber que no somos coleccionistas de antigüedades, ni admiradores de frascos de
alabastro, sino que buscamos el aroma del ungüento. Si la parte exterior no se quiebra, el contenido no puede salir. Ni nosotros ni la iglesia podremos seguir adelante. No debemos seguir protegiéndonos tanto a nosotros mismos. El Espíritu Santo nunca ha dejado de obrar en los creyentes. Muchos pueden dar testimonio de la manera en que la obra de Dios nunca se ha detenido en ellos. Ellos enfrentan una prueba tras otra, un incidente tras otro.
El Espíritu Santo tiene una sola meta en toda Su obra de disciplina: quebrantar y deshacer al hombre exterior, para que el hombre interior encuentre salida. Pero nuestro problema es que tan pronto enfrentamos una pequeña dificultad, murmuramos, y cuando sufrimos alguna pequeña derrota nos quejamos. El Señor ha preparado un camino para nosotros y está dispuesto a usarnos. Pero tan pronto como Su mano nos toca, nos sentimos tristes. Alegamos con El o nos quejamos ante El por todo. Desde el día en que fuimos salvos, el Señor ha estado obrando en nosotros de muchas formas, con el propósito de quebrantar nuestro yo. Lo sepamos o no, la meta del Señor siempre es la misma: quebrantar nuestro hombre exterior.

H.W.N.

El que tiene oídos.

El libro de Apocalipsis fue escrito en tres secciones: Las cosas que Juan vio, las ¨cosas que son¨ y las cosas que ¨han de ser después de estas¨.

Las cosas que Juan vio tienen que ver con el misterio de Cristo, los siete candeleros y las siete estrellas en Su mano derecha. Las cosas que han de ser después de estas, se relacionan con eventos del futuro. En lo que debemos poner nuestra atención es en ¨las cosas que son¨ ya que tienen que ver con el presente, lo que nos atañe en este tiempo, en esta era.

Las cosas que son, tienen que ver con las siete cartas a las siete iglesias que el Señor le dictó a Juan. En toda la Biblia no vemos que el Señor Jesús haya escrito algún libro, Él no dejó ningún documento escrito de Su puño y letra. Pero lo que sí dejó fueron las cartas a las iglesias, que son el único documento ¨dictado¨ por el Señor a un ser humano.

Así como en el Antiguo Testamento, los profetas tenían que escuchar a Jehová y escribir la profecía tal como se lo decía Dios el Padre, en el libro de Apocalipsis vemos la misma situación: Dios en Cristo (glorificado) dictando una profecía para ser escrita en un libro. El testimonio de Jesús es el espíritu de esta profecía.

Las siete cartas iban dirigidas a estas siete iglesias o siete candeleros, que si bien ante los ojos de Dios, todas son iguales, todas tienen el mismo tamaño y la misma constitución (todas son de oro) en el tiempo de Juan, se habían degradado. Por eso vemos reiteradas veces como el Señor le dice a una y a otra iglesia: Arrepiéntete, (Ap. 2:5, 2:16, 3:3, 3:19).

Pero hay algo que me llama la atención cada vez que leo los capítulos dos y tres. Aunque el mensaje a cada iglesia es diferente, hay cuatro frases que se repiten en las siete cartas. Hay cuatro enunciados que el Señor les hace a todas las iglesias, incluida Filadelfia, la iglesia que no fue reprendida.

Estos cuatro enunciados son: El que tiene oídos oiga - lo que el Espíritu - dice a las iglesias - al que venciere...

1. El que tiene oídos, oiga. Todos tenemos oídos, pero no todos oímos. Por eso el Señor dice en forma condicional: ¨El que tiene¨. En la iglesia degradada algunos tienen oídos para las cosas del mundo, otros sólo quieren escuchar un buen sermón, pero pocos tienen oídos para el Señor, el Espíritu que está en nuestro espíritu. Que nuestra oración sea: Señor, abre mis oídos, quiere tener oídos solo para Tí.

2. Lo que el Espíritu. El Señor es el Espíritu. Aquí el Espíritu es el Señor resucitado, hecho Espíritu vivificante que, como Cabeza de la Iglesia nos imparte Su palabra y Su vida. Si escuchamos, si tenemos oídos para oír al Señor, veremos la Cabeza, así como Juan escuchó al Señor y vio Su gloria. Si oímos, estaremos conscientes del hablar de esta Cabeza ascendida. Esto nos llevará automáticamente a ver el Cuerpo, la Iglesia.

3. Dice a las Iglesias. El hablar del Señor para este tiempo, (las cosas que son) está enfocado plenamente en Su iglesia. El está edificando Su Iglesia. El Señor sabe que el tiempo se ha cumplido y que la boda está preparada. Todo está listo, menos la Novia. Por eso es que después de anunciar condicionalmente: El que tiene oídos...una vez más vuelve a tomar un verbo en su forma condicional: Al que venciere...

4. Al que venciere... Muchos son los llamados y pocos los escogidos. Sólo los que tienen oídos para oír lo que el Espíritu dice a las iglesias, son candidatos a ser vencedores. ¿Pero vencedores de qué? Vencedores de la degradación que hay en la iglesia. Éstos son los que disfrutarán del árbol de la vida, de la piedrita blanca, del reinado junto con el Señor, y de los otros ¨trofeos¨que el Señor dará. Éstos son los que ¨apurarán¨ la venida del Señor. Si el Señor no ha venido hasta este día, es porque la Novia no está preparada.

En todas las cartas a las iglesias de Apocalipsis 2 y 3 (menos una, la de Filadelfia) vemos que la degradación del mundo alcanzó al cuerpo de Cristo. Por eso es que el Señor hace un llamado en este tiempo, un ¨reclutamiento¨ a aquellos que quieren ser la Novia resplandeciente, sin mancha ni arruga. Que el Señor abra nuestros oídos para que escuchemos lo que el Espíritu dice a las iglesias en este tiempo, de esta manera podamos vencer y así acortemos la venida del Señor.

Jesús es Dios.

En Cristo.

M.A.G.